la llegada

Finalmente, el tiempo del viaje que parecia ser eterno, pasó. Y Erika llegó a la estación. Deseaba ansiosa que alguien estuviera alli para recibirla y llevarla hasta casa; pero no fue así.
Decidió tomar un colectivo, ya que el bolso era pesado y realmente se sentía cansada.
Despues de unos quince minutos estaba en casa, junto a su padre, abrazandose.

Esa noche comieron en el restaurante de la esquina, locro, y de postre budin de naranja, Sus comidas preferidas. Que delicia, decia ella mientras las degustaba.
Era como sentirse nuevamente del pueblo, de alli.

Hablaron, se contaron todas las novedades y sucesos ocurridos. La pasaron genial, su padre esa noche estaba especialmente de buen humor, y muy dulce.

El le contó de haberse encontrado en varias oportunidades con Cruz; quien lo saludó y habló.
Ella le pidió que por favor no le hablara de Cruz, que no mencionara su nombre, porque ellos habían terminado. El resongando decició aceptar la peticion de su hija.

Bueno, a pesar del cansancio pasaron una noche fantastica. Hasta hablaron de su mamá Felicia, con quien iban todos los sabados a comer alli.
Ella había fallecido hacia dos años, y luego de enterrarla y llorarla no habían hablado nunca sobre ella.
Pero esta noche, los dos la recordaban, y la extrañaban tanto. Su alegría, sus consejos, el sonido del piano en la casa, todo, toda su presencia.

Y por un momento parecia que Erika iba a llorar; pero se contuvo, trago las lágrimas, y pasó. Se tomaron de la mano y realmente padre e hija se reencontraron.

Luego de la cena, volvieron a la casa, su padre se retiró a dormir y Erika quedó en su cuarto, sola. Estaba tal cual como lo había dejado. Todo en su lugar. Sus libros, su ropa, y objetos, toda estaba igual.
Erika no pudo contenerse, cerró la puerta y rompió en llanto. Estaba agotada del viaje, y emocionalmente quebrada, el recuerdo de su madre, la vuelta a casa... Lloró, por mucho tiempo, hasta quedarse profundamente dormida.