martes, 13 de abril de 2010

A cara y cruz

Era la tarde. Erika había pasado un día agitado, recorriendo todos los lugares de su pueblo, y ocupandose del jardin de su casa. Que extraño, sonaba, ya no era su casa, sino la de su padre.
Amaba ese jardín, los rosales, las hortensias, las jazmines y todos los arboles que habían en él. Extrañaba echarse a dormir o leer bajo el bananero. Hacia cuanto no dormía siesta. Asi que cuando llego de sus andanzas en bici, se postró bajo el arbol a leer una novela que una amiga le había prestado. Y como de costumbre, leyó poco mas de un capítulo, y se durmió.

Una hora despues, despertó, renovada y ansiosa por visitar el centro y especialmente por caminar por el camino de la rivera. Asi lo decidió, buscó en la alacena algo rico para comer, y salió nuevamente, pero esta vez a pie.

No podía creer sus ojos, lo que veían, su pueblo, Macachin, tranquilo, el azul de ese cielo de atardecer. El sol que empezaba lentamente a ocultarse. Y ella ahí.
Estaba feliz. LLevaba consigo su cámara de fotos, siempre lo hacía, por si encontraba algo que despertase esas sensaciones de belleza, de paz que buscaba en rostros, paisajes y en todo. A pesar de esto, rara vez se animaba a fotografiar, había algo que la frenaba justo en los momentos o situaciones que con sus ojos captaba.

Recorrio la plaza, el hotel viejo, la estatua de una mujer simbolizando la patria libre que amaba. La Iglesia, la escuela en la que había estudiado; y la unica universidad de la zona donde se recibio de Bellas Artes y donde habia realizado el curso de filosofía y conocido a tantos amigos y a Cruz.

Se detuvo un tiempo en la puerta y recordó algunos momentos, como cuando sin pensarlo aceptó salir con Cruz, o cuando su amiga Diana le dijo de ir al cine, y cuando llegó al mismo, no estaba ella sino El. Pero ninguno de los dos sabía del engaño de Diana.
Recordaba es situación, la cara que puso al verlo, no entendía nada, no le salía las palabras; y él simplemente le había dicho: esperaba a otra persona, pero veo que no va a venir. Te invito a ver la película. ¿Queres?
Muda, atónita, tartamudeando, finalmente salió de Erika un: está bien.

Que tonta soy, como no poder hablar. Está bien, No!!! alguien me habia echo una trampa, Diana, lo sabía. Yo le había dicho que nunca saldría con Cruz...

Bueno, muchos instantes, conversaciones, algún beso, todo parecía volver.

No puedo seguir así. se decía Erika. Cruz no me quiere, se divirtió conmigo, y no ose hasta donde no jugó, y yo me enganche, y ahora no puedo sacarmelo de la cabeza, y hoy, aca, todo esto... No quiero seguir así. Nunca me buscó, nunca me llamó, y entre nosotros había algo. Y desde entonces he intentado no pensar en él, pero es tan dificil cerrar algo cuando el otro desaparece o no quiere hablar. Es tan dificil olvidar. Es como si alguien me hubiese herido y todavía sangrara, y quedaran marcas.
Pero basta, tengo que seguir con mi vida normal. Buscar un trabajo, volver a casa...

Y en eso vio salir a Diana de la universidad. Se abrazaron, no podían creerlo. Otra vez juntas, después de tanto tiempo.
Y se sentaron en la plaza a charla y merendar, Diana le contó que se había recibido, y que había conocido a un joven agrónomo y se casaría a fines de año. Estaba feliz, y amaba a Facundo, su novio.
Erika no podía creer las novedades, estaba feliz pero no reaccionaba, no podía expresar su alegría.
diana le pregunto que le pasaba, y finalmente Erika lentamente comenzó a contarle de su vida en la ciudad, su trabajo con la anciana, su soledad, y sus problemas no resueltos con Cruz. Largó todo, y rompió en llanto. Hacía tanto que no contaba todo esto, como se sentía.
Diana la abrazó y consoló, sin dejar de escuchar cada una de las palabras que su amiga le decía.
Cuando todo acabó, y la angustia cesó, Diana la miró y le dijo: Erika tenes que aprender que no siempre vas a entender porque las cosas suceden. Pero tenes que buscar tus respuestas. No podes lamentarte y seguir pensando en alguien y sentirte asi, no te hace bien amiga.
El asunto con Cruz lo tenes que resolver. Por vos, solo por vos, animate a decirle lo que pensas, animate a preguntarle que pasó, porque todo terminó, porque no te buscó. Y si el no quiere escucharte ni hablar, ya está. Pero si pueden dialogar y tratar de escucharse...

uhhhhhhhh tenia tanta razón; y yo tanto miedo de verlo, de hablar con el, pero sabía que era la única forma de cerrar esta historia y esta angustia.

La abrace y agradecí por sus consejos. Era dura, y directa, y esa era una de sus cualidades que tanto me gustaban. Sabia que podia hablar con ella, y que me aconsejaría lo mejor, sin tomar una actitud de superioridad, o de burla. Así era Diana.

Terminamos de merendar y seguimos hablando del casamiento, de como había conocido a Facundo, y de todo lo que había sucedido en estos tres meses.

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